Por: Milton Mejía, profesor de teología en UniReformada, Barranquilla.
Los días 18 y 19 de julio de 2020 participé de manera virtual con más de tres mil personas de Latinoamérica, Europa y otros países en la Primera Asamblea Mundial por la Amazonía, la cual fue auto convocada por movimientos, colectivos, redes, activistas y organizaciones de pueblos indígenas, quilombolas, ribereños, siringueros (caucheros), caboclos, marrons, campesinos, artistas, religiosos, defensores de la naturaleza, comunicadores, académicos, mujeres, jóvenes y pobladores de las ciudades amazónicas.
En la declaración final de esta asamblea se sintetizan las causas por la cuales se realizó: “Crece el grito ensordecedor de la selva, derribada, quemada, saqueada por el extractivismo violador, que solo obedece al poder y a la codicia. Los cuerpos y territorios de las mujeres y la tierra son violentados históricamente por un sistema patriarcal, colonial y capitalista, que no entiende de los cuidados de la vida. Sin embargo, en el medio del dolor, como si fuera un parto, algo nuevo está naciendo: un tejido rebelde de muchos espíritus del bosque y del cemento, que recuerdan que todas y todos somos Amazonía”.
Durante mi participación, en estos dos días de la asamblea, al escuchar a quienes hicieron intervenciones y compartieron testimonios a nombre de las organizaciones y comunidades que la organizaron traía a mi memoria la Confesión de Accra aprobada por la familia mundial de iglesias reformadas en 2004. Esta Confesión manifiesta que las iglesias han escuchado que la creación sigue gimiendo, en cautiverio, esperando su liberación (Ro 8:22) afirmado: “El clamor de las personas que sufren y las heridas de la creación misma nos están cuestionando. Observamos una convergencia drástica entre el sufrimiento de las personas y el daño hecho al resto de la creación. Los signos de los tiempos se han vuelto más alarmantes y hemos de interpretarlos. Las causas subyacentes de los tremendos peligros para la vida son, sobre todo, producto de un sistema económico injusto defendido y protegido mediante la fuerza política y militar”.
La Confesión de Accra es una respuesta al urgente llamamiento de la región del África austral, reunida en 1995 en Kitwe, quien invitó a la familia de iglesias reformadas a nivel mundial a reconocer la urgencia cada vez mayor de la injusticia económica mundial y la destrucción del medio ambiente. Por esta razón en la 23ª Asamblea General (Debrecen/Hungría, 1997) de las iglesias miembros, de lo que hoy es la Comunión Mundial de Iglesias Reformadas, se inició un proceso de reconocimiento, educación y confesión a partir del texto bíblico de Isaías. 58:6 “…romper las cadenas de opresión y los yugos de la injustica, y dejar en libertad a los quebrantados”.
Después de más de 20 años del llamamiento de la región de África austral la creación sigue gimiendo víctima de un sistema económico depredador de la naturaleza y hoy se escucha el grito de los pueblos de la Amazonia quienes nos alertan que esta región de importancia para todo el mundo se está inundando de muerte en sus comunidades, aldeas, pueblos y ciudades. Esta situación se ha empeorado con el COVID19, que se ensaña con los llamados “pueblos de la selva” que sufren siglos de indiferencia, descuido, explotación, extractivismo, racismo y etnocidio. La Amazonía que es esencial para la estabilidad del ecosistema de la Tierra vive un ecocidio y terricidio acelerado. Los causantes de este deterioro son las corporaciones agroindustriales, los monocultivos, la siembra de semillas transgénicas, los agro-combustibles, la minería legal e ilegal, la extracción y derrame de hidrocarburos, la biopiratería, los megaproyectos hidroeléctricos y de hidrovías, las carreteras mal planificadas, los organismos financieros internacionales y sus préstamos e inversiones, el narcotráfico y el crimen organizado.
Según la convocatoria de esta asamblea los gobiernos del Norte y el Sur, neoliberales y progresistas, incentivan de diferentes maneras el extractivismo debilitando la Amazonia a nivel social y ecológico. En este tiempo, con el pretexto de reactivar la economía para salir de la crisis del COVID19, los gobiernos de la región flexibilizan las disposiciones legales ambientales, indígenas y sociales para fomentar aún más el extractivismo. La destrucción de la Amazonía nos acerca más al precipicio y a la hecatombe climática. Sin Amazonía viva, no habrá futuro para la humanidad en razón que ella tiene gran importancia para el equilibrio ecológico y de la supervivencia del sistema-vida en nuestro planeta.
El papa Francisco en la exhortación apostólica posterior al sínodo amazónico realizado en octubre de 2019 señala que la Amazonia es una totalidad plurinacional interconectada, un gran bioma compartido por nueve países: Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam, Venezuela y Guayana Francesa. No obstante, dice que dirije esta exhortación a todo el mundo para ayudar a despertar el afecto y la preocupación por esta tierra amazónica que es también “nuestra” e invita a admirarla y a reconocerla como un misterio sagrado donde los intereses colonizadores que expandieron y expanden –legal e ilegalmente– la extracción de madera y la minería, y que han ido expulsando y acorralando a los pueblos indígenas, ribereños y afrodescendientes, provocan un clamor que grita al cielo.
Este clamor que grita al cielo ha empezado a tener una respuesta con un plan de acción que surgió de la Primera Asamblea Mundial por la Amazonia, el cual tiene un llamado: ¡Amazoníza-te! e incluye una invitación a ser parte de un tejido que nace de la angustia de no de saber si vamos a tener más tiempo, por lo que es hora de unirnos en la diversidad de saberes de los pueblos de Abya Yala y del mundo, y en las culturas del cuidado, para retornar el espíritu de la selva a la humanidad. Así, durante los próximos meses se realizarán las siguientes compañas:
- Campaña mundial para hacer frente a los graves impactos del Covid-19 sobre poblaciones indígenas, afrodescendientes y de toda la Amazonía.
- Campaña mundial de boicot a productos, empresas, inversiones, políticas gubernamentales, acuerdos comerciales y extractivismos que destruyen la Amazonía.
- Jornadas de movilización mundial para detener el etnocidio, el ecocidio y el extractivismo, y salvar a la Amazonía que es esencial para hacer frente al cambio climático.
Escuchando el llamado de esta Asamblea Mundial por la Amazonia, la Conferencia Episcopal de Brasil, ha iniciado una campaña a favor de la Amazonia con el lema: «¡Amazonízate!» la cual busca sensibilizar ante la violencia contra los pueblos tradicionales amazónicos que se ve agravada por la pandemia del Covid-19 y el incremento de la deforestación, incendios producidos por actividades mineras, que son otros factores de contagio del coronavirus entre las comunidades indígenas. La campaña presentará una colección de estudios sobre la realidad amazónica, así como una serie de vídeos con testimonios de pueblos indígenas. También habrá una lista de medidas que se adoptarán para «Amazonizar», que incluyen articular la lucha contra problemas como: la vulnerabilidad de los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales al contagio del coronavirus, con especial atención a las deficiencias de las instalaciones de salud pública de la región; aceleración de la destrucción del bioma amazónico debido al aumento incontrolado de la deforestación, los incendios, la invasión de los territorios indígenas y las comunidades tradicionales por las empresas multinacionales y los efectos de las represas hidroeléctricas en las poblaciones fluviales; violación sistemática de la legislación de protección del medio ambiente y desmantelamiento de los organismos gubernamentales para ampliar ilegalmente la minería, la deforestación y la ganadería intensiva.
Desde la perspectiva de la Confesión de Accra, las iglesias que somos parte de la familia reformada en Latinoamérica y en todo el mundo estamos llamados a unirnos a la defensa de la Amazonia ya que observamos en esta región es un ejemplo de la convergencia de la crisis económica con la integración de la globalización económica y la geopolítica respaldadas por la ideología neoliberal. Como la explica esta Confesión “Se trata de un sistema mundial que defiende y protege los intereses de los poderosos. Nos afecta y atrapa a todos. Desde la óptica bíblica se entiende que tal sistema de acumulación de riquezas a costa de los pobres no es fiel a Dios y ocasiona sufrimientos evitables a las personas. Se denomina Mamón. Jesús nos dijo que no es posible servir a Dios y a Mamón» (Lc 16:13). De esta manera, nos aliamos en obediencia a la voluntad de Dios como un acto de lealtad a la solidaridad mutua y las relaciones responsables. Esta alianza crea lazos que nos unen para trabajar por la justicia en la economía y en la tierra tanto en nuestro contexto común global como en los diversos escenarios regionales y locales.