¿Qué oportunidades le estamos dando a los niños y niñas de zonas rurales y urbanas en el Caribe colombiano?

Seguramente alguna vez has escuchado hablar de las generaciones como Millenials, Baby boom, Y o X pero, ¿te has preguntado alguna vez cómo desde sus particulares características y en relación con sus predecesoras tienen una participación específica en el desarrollo de las sociedades? En este artículo nos detendremos a analizar al grupo de niñas, niños y adolescentes de hoy: la generación Z y la generación T.

Estas generaciones son grupos de personas que por nacer en un período cercano comparten similitudes en sus maneras de enfrentar al mundo, y esto deriva de diversos aspectos como la educación, la cultura, lo social y económico. Estos límites generacionales han facilitado el análisis de investigadores y antropólogos, además de permitir a la ciencia trabajar en alternativas que suplan las necesidades específicas de cada colectivo. Analizarlos, comprenderlos y comunicarnos en sus términos es clave para potenciar su papel como líderes de las sociedades en las que los cuidamos y que les entregaremos.

La generación Z, por ejemplo, que comprende a los jóvenes e infantes nacidos entre 1995 y 2005, aproximadamente, es conocida como “la generación tecnológica” por haber nacido en la era digital, lo cual supone una serie de particularidades en la manera en que se relacionan, comunican y aprenden, que por supuesto los diferencian de quienes crecieron en eras más análogas, o completamente desligadas de las facilidades que suponen los smartphones, smart TVs, computadores portátiles, etc. Se dice de la generación Z que son autodidactas, que la mitad de ellos pasa entre 6 y 10 horas conectado a un teléfono móvil, que son emprendedores, irreverentes, egocéntricos y tal vez la generación con más sentido de la solidaridad, de la inclusión y el cuidado por el medio ambiente. Los mayores lo estamos viendo y en una sociedad tradicional como la barranquillera las transformaciones urgentes (sobre todo en términos de conciencia ambiental) se están dando por el liderazgo de los más jóvenes.

La generación Z en especial mantiene una alta capacidad crítica y su forma de aprendizaje es directa y rápida, por lo cual pierden con facilidad el interés en cualquier cosa que no muestre resultados inmediatos o prometa grandes cambios. El entorno en que se desarrollaron los infantes de esta generación es el de la Cuarta Revolución Industrial, que Zygmunt Bauman ha bautizado como Modernidad Líquida y se refiere a un entorno de relaciones fugaces, en el que prima la inmediatez y los avances tecnológicos aparecen cada vez a mayor velocidad entre uno y otro. Lo anterior se relaciona con una personalidad inconforme y hambrienta de resultados que debe considerarse a la hora de abordar diversas cuestiones con los jóvenes de esta generación.

La generación T o Generación Táctil, es la cohorte demográfica que engloba a los nacidos alrededor del 2010 y en adelante. También es conocida como Generación Interactiva, porque “mantienen relaciones de todo tipo a través de las pantallas”, como sostienen Bringué y Sádaba en su artículo de investigación ‘La generación interactiva en México. Niños y adolescentes frente a las pantallas’, de la revista electrónica Razón y Palabra. En este mismo artículo se señala que “el hábitat influye de manera directa en la posesión de computadora por parte de este público marcando una situación de fuerte desigualdad. Dicho de otro modo, los niños pertenecientes a entornos rurales no se encontrarían en la misma posición para hacer frente a los retos que plantea la sociedad de la información que aquellos que habitan en entornos urbanos, quienes cuentan con un mayor grado de equipamiento tecnológico”.

Este tipo de discernimientos son esenciales para entender a qué se enfrentan las nuevas generaciones y qué debemos proveerles para que sean realmente competitivos y útiles en un mundo como lo estamos llevando. ¿Qué oportunidades le estamos dando a los niños y niñas de zonas rurales y urbanas en el Caribe colombiano? Prepararlos para el futuro es un reto del presente, y por eso como adultos tenemos la responsabilidad de preguntar a nuestros gobiernos, ONGs e instituciones educativas qué están planteando para las poblaciones vulnerables, como la infancia.

Desde 1959 se dijo en la Declaración de los Derechos del Niño, firmada de manera unánime por los 78 Estados miembros de la ONU: “el niño, por su falta de madurez física y mental, necesita protección y cuidado especiales, incluso la debida protección legal, tanto antes como después del nacimiento”; y a esto sumamos las afirmaciones de Ileana Mosquera, docente de Psicología Evolutiva en UniReformada: “La población infantil siempre ha estado dentro de la construcción de la sociedad, porque son imitadores de actitudes y costumbres del entorno. Los niños por su conocimiento limitado van a hacer las cosas que observan, su formación es responsabilidad del adulto”.

La infancia será siempre una población fundamental para la inversión en el desarrollo social.

¿Nos debería preocupar su vida digital?

En un mundo sometido a cambios constantes, que vive bajo la alarma del calentamiento global, la extinción de especies y la permanente modificación de nuestras maneras de comunicarnos, los adultos tenemos el reto de armanos a nosotros mismos y a las generaciones venideras con las herramientas suficientes para enfrentar tanto el presente como el futuro de la raza humana, que evidenciamos en nuestro diario vivir es cada vez más digital.

La pregunta sobre si los niños deben estar o no en internet suele ocurrir bajo la alarma de que están pasando mucho tiempo en estos entornos; como ocurrió en aquellos tiempos en que la televisión se convirtió en ‘la niñera predilecta’. Sin embargo, esto es cada vez más la regla y no la excepción cuestionable. Con el tiempo parece que nuestro reto no es aislarlos de la web sino asumir que esta es una necesidad inherente a la sociedad en la que están creciendo y que entonces lo que urge es analizar qué contenidos estamos ofreciéndoles en los entornos digitales, pues la nueva niñera permite comunicación de doble vía y cuando los niños y niñas están también produciendo contenidos los riesgos aumentan.

“El uso de Internet sin control puede poner a los niños y niñas en graves situaciones de riesgo como el acoso cibernético o grooming, la exposición a la pornografía y la entrega de información personal a desconocidos” lo dicen Lwin, Stanaland y Miyazaki (2008) y lo menciona Lina Salas en su tesis de maestría: Mediación parental e inversión social para la comunicación de la primera infancia con entornos digitales, a lo que suma: “los adultos tienen ciertas restricciones y suspicacias para cuidar el contacto de sus infantes con internet. Saben que hay riesgos y en muchos casos los conocen por su propio nombre, pero admiten que con cuidado y supervisión todos se pueden sortear; además, con la asunción de que los niños son también seres autónomos a los cuales se les debe dotar de confianza en orden de propiciar en ellos decisiones prudentes, sensatas, seguras”.

En casa, en la escuela y desde la influencia que permitan nuestras instituciones y empresas, la infancia será siempre una población fundamental para la inversión en el desarrollo social. ¿Ya te has preguntado cómo nos estamos preparando ahora y a dónde irá a parar el futuro de nuestra especie? Con las nuevas generaciones construimos nuevos caminos.

 

Si te interesa este tema te invitamos a leer también Infancia y desarrollo: una relación fundamental en el individuo y la sociedad.

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