Por: Guillermo Pallares, Coordinador Orii
Las transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales que la pandemia del COVID-19 ha traído consigo, nos han abierto la puerta a una incertidumbre que desafía la racionalidad de la especie humana, su capacidad de adaptación y el manejo de los efectos emocionales que se producen ante la nueva coyuntura.
Es ante este hecho que la Vicerrectoría de Extensión y Relaciones interinstitucionales de la Corporación Universitaria Reformada, la Plataforma de Universidades Protestantes y Evangélicas en América Latina – Qonakuy y Globethics continuando con su intención de brindar espacios de diálogo que conecten academia, iglesias y comunidad; dieron cierre al ciclo de Conversatorios Internacionales con su cuarta jornada que contó con la participación de Linda Eastwood, Doctora en Física Medica, Maestría en Ciencias y Religión, Pastora de la Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos y docente del Seminario Teológico de McCormik en Chicago; Alfredo Abad Heras (España), teólogo, pastor de la Iglesia Evangélica Española y Presidente de la Conferencia de Iglesias Protestantes de los Países Latinos de Europa; Helis Barraza (Colombia), Magíster en Finanzas, Rector de la Universidad Reformada de Barranquilla y Presidente de la Plataforma Qonakuy, y Claudia Lombardo (Argentina) Maestra en Educación y Directora para América Latina y el Caribe de la Junta General para la Educación Superior & Ministerio.
La jornada inició con el abordaje de la Inteligencia Artificial desde un análisis ético de los usos y los efectos que ésta puede tener sobre los seres. Para Linda Eastwood, la capacidad que los seres humanos tenemos de emplear esta herramienta para ayudar o hacer daño, plantea un profundo debate ético acerca del manejo de los datos y la información que se utiliza para nutrir la IA, los intereses y sesgos de quienes controlan esta herramienta y por su puesto visto desde las iglesias el respeto de valores humanos como el amor al prójimo y la dignidad humana.
Esta necesidad de recurrir a la ética busca disminuir los impactos de dos problemas que se presentan con la inteligencia artificial, el primero es la incapacidad que tenemos los humanos para controlar y visualizar en su totalidad cómo la IA logra encontrar respuestas a partir de información que se introducen en los algoritmos sobre los que se basa su funcionamiento; y segundo es la posibilidad que los datos con los que nutrimos la herramienta presenten sesgos -sexismo, racismo, clasismo, entre muchos otros-.
Para la ponente, estos problemas no justifican negar los beneficios de la aplicación de esta tecnología, que en el contexto del COVID ha servido en todo el proceso de contención, seguimiento, mitigación y búsqueda de una cura para el virus. Sin embargo, Eastwood también advierte que esta tecnología puede causar efectos dañinos cuando se emplea para hacer control social -guiar el comportamiento de las personas, incluso cuando se propone como estrategia para frenar el contagio – porque con el fin de limitar el movimiento y conductas de los ciudadanos, su información personal puede ser utilizada por la IA y así tener un control claro sobre las acciones de las personas. Esto significa que existe un choque entre la contención de la enfermedad y la afectación a derechos y libertades, conduciéndonos a pensar en quien se beneficia al aplicar una tecnología y en quien se ve afectado.
Al igual que en la primera ponencia, Alfredo Abad partió de reconocer la importancia y lo útil de aplicar la tecnología en el contexto de la pandemia, este reconocimiento plantea poner fin al debate entre ciencia y fe pues en la actualidad se ha comprobado que no existe una exclusión entre ambos campos, por el contrario, podríamos decir que lo que existe es una complementariedad. Entonces, la discusión no puede centrase en si la tecnología confronta principios de nuestra fe… el tema central es cómo se utiliza y qué objetivos se busca obtener con ella.
Con la pandemia hemos podido observar que los principios éticos sobre los que se basan las decisiones y medidas tomadas por los gobiernos y líderes políticos para mitigar la crisis, no van en la línea de defender a la persona. Lo preocupante para el caso europeo, dice Abad, es la conversión de la ciudadanía en un concepto zombie -parece vivo pero en el fondo carece de un contenido- que facilita que lo político y la construcción de la agenda pública de una sociedad no recaiga sobre los ciudadanos sino sobre grupos pequeños con intereses propios que olvidan el debate central propuesto por Jesús y la dignidad humana: la persona es lo primero.
El escenario de crisis ha permitido que los Estados desarrollen una suspensión de derechos que también es una suspensión de la dignidad humana, y esto ocurre cuando la ética no está en la base de la defensa de lo humano. Para el ponente, hoy en día la inteligencia artificial es utilizada y controlada por grupos dominantes que ponen la tecnología al servicio de sus intereses, comprobando que la IA puede estar contaminada de lo mismo que está contaminada la condición humana.
Estas condiciones producen un escenario en el que los principios éticos cristianos terminan afectados, lo que se manifiesta en aspectos como la desigualdad y limitación en el acceso a la tecnología. Esta crisis nos llama al igual que el libro de Eclesiastés, al sentido común y entender que no debemos quedarnos en lo inmanente sino dar el paso a lo trascendente donde los principios adquieren sustento y dejan de ser conceptos zombies , pues la manera en que pensamos y aplicamos la tecnología debe ser humanizante.
Helis Barraza, en su presentación nos describe que la pandemia ha producido un cúmulo de tensiones y fuerzas que han acelerado la historia causando que las reglas sociales, políticas, económicas y culturales que regían las sociedades hayan quedado atrás, dando paso a la reescritura de nuevas lógicas de interacción humana que hará poco posible volver a la forma de vida que conocíamos previo a la llegada del COVID-19. En parte por el desconocimiento de qué tan profunda será la debacle del sistema económico mundial causada por la parálisis de la producción y el consumo, el posible surgimiento de un nuevo orden mundial multipolar que muestra su existencia en las disputas económicas de potencias como China y USA, y los efectos que el cambio climático está teniendo en todas las esferas de nuestra civilización.
Barraza afirma que nadie parece saber cómo será el nuevo mundo post pandemia por lo cual debemos apostar por una nueva organización de todos los ámbitos sociales que facilite cambiar la forma como nos hemos relacionado con este planeta. Es aquí donde la inteligencia artificial juega un papel importante pues su aparición ha significado cambios en los medios de comunicación, transporte, energías, entre muchas otras más. Sin embargo, los cambios producidos con los avances tecnológicos no están libres de críticas dadas las consecuencias que su aplicación tiene sobre la vida de los ciudadanos; sumado a que la inteligencia artificial ha pasado de ser un útil destinado a analizar dato para encargarse de hacer un peritaje de lo real, o sea que vivimos en tiempos donde las técnicas han sido dotadas con un poder de mando. Lo problemático, afirma Barraza, radica en que nos plegamos al peritaje, nos conformamos con eso y ejecutamos las acciones que se nos ordenan, encaminando así todo nuestro trabajo y pensamiento con los intereses de las empresas y grupos de poder que dominan el desarrollo tecnológico a nivel mundial. Es aquí donde el debate ético y el concepto de dignidad humana se hace relevante porque ambas son el límite que se impone desde la sociedad -incluidas las iglesias- al uso que el liberalismo económico hace de la inteligencia artificial en favor de la industria y en detrimento de la vida humana.
El espacio de interacción de los ponentes con el público permitió que se pudiera ahondar en temas como la misión de la iglesia y su papel respecto a la inteligencia artificial, los retos que la pandemia y la tecnología plantea a la educación, lo político y económico hacia el futuro.
La misión de la iglesia según Linda Eastwood no ha cambiado, la intensión de construir un mundo basado en la justicia y el amor Dios es un propósito que se ha mantenido a lo largo de la historia. La relación de ellas con el uso de la tecnología debe ser vigilante pues el control monopólico que tienen empresas o individuos sobre la IA conlleva un debate ético sobre su empleo para beneficio de unos intereses particulares y no los de justicia y amor para toda la humanidad. Por otro lado, Alfredo Abad describió la narrativa y la agenda dominante que se construye a partir de la visión de unos pocos, relegando la participación de la mayoría a discutir sobre temas superficiales sin poder participar de aspectos como los objetivos comunes que se pueden alcanzar con la utilización de herramientas tecnológicas; además, invitó a las iglesias a mirar las prioridades que ellas tienen y alfabetizar a sus fieles para que sepan desenvolverse en esta modernidad y no caigan presa de ideas o movimientos no progresistas que proponen ir en contra de los derechos a favor de minorías sociales como las mujeres, los migrantes, la comunidad LGBTI, en otras palabras hizo un llamado a concretar una narrativa que nos construya. Por último, Helis Barraza profundizó en el debate ético que implica la dicotomía entre salvar la vida o la economía que visto desde las iglesias se centra en la lucha a favor de la vida, lo social y amor al prójimo, con el fin que estas no caigan en las actitudes del mercado pues hoy más que nunca la muerte de Jesucristo y el amor de Dios nos da luces para vivir una vida plena.